Los tiempos cambian, la excelencia en educación también

 2 Sep 2016      Categorías:  Columna de opinión, Blog

Por Mario Uribe – Director Alterno de LIDERES EDUCATIVOS

Se han publicado los resultados del SNED y esto ha causado un inesperado revuelo mediático, porque algunos de los colegios denominados emblemáticos, que son de dependencia municipal, no han obtenido “el beneficio” esperado.

El “Sistema Nacional de Evaluación del Desempeño de los Establecimientos Educacionales” (SNED) premia, desde 1995, a las escuelas y liceos mejor evaluados con un incentivo colectivo a las remuneraciones de los docentes y asistentes de la educación. Su fin último es otorgar un beneficio laboral y premiar el buen desempeño.

Seis son los factores que determinan el índice de evaluación del desempeño. Dos de ellos, asociados al SIMCE, suman 65% de la evaluación. Los cuatro restantes se distribuyen otorgando un 6% a temas de innovación pedagógica; un 2% a temas como matrícula, inspección de subvención, idoneidad docente; igualdad de oportunidades para estudiantes un 22% y finalmente la participación de profesores y apoderados en el proyecto educativo pondera un 5%.

Es innegable que, desde hace 10 años, casi sin interrupción, la institucionalidad educacional y en particular el nivel escolar ha vivido momentos de transformaciones importantes. Lo más notorio son las movilizaciones y tomas, pero lo que subyace es que estamos viviendo cambios en las definiciones y prácticas fundamentales del sistema educativo. Hay supuestos que hoy (casi) nadie pone en duda y que son evidentes en los mejores sistemas del mundo, como son la inclusión, la no selección y la ampliación del concepto de calidad escolar más allá de un examen nacional que evalúa aprendizajes. Muchas de estas nuevas definiciones están comenzando a operar, pero los instrumentos que utilizamos para medir calidad no van a la misma velocidad. Al parecer, este es el caso del actual SNED.

En Chile se ha iniciado una discusión profunda en relación a cómo medimos y mediremos la calidad de nuestro sistema educativo. Si tuviéramos que discutir el SNED nuevamente, a 21 años de su creación ¿le daríamos a la innovación pedagógica un 6% o la participación un 5%?  Acaso hoy no tenemos una ley de inclusión que pretende terminar con la selección y abre espacios de igualdad de oportunidades, tema que impacta en nuevas formas de entender la pedagogía. Este aspecto, ¿corresponde a un 22%? En sistemas educativos avanzados, lo más importante es generar oportunidades de aprendizajes a todos, independiente de sus capacidades u origen.

Muchos colegios y liceos en Chile, en particular, los denominados de “excelencia”, lograron su bien ganada reputación a partir de una rigurosa selección y discriminación. Esto, que fue normal hace algunos años, hoy es inaceptable y les pone un gran desafío pedagógico para mantener la vigencia de antaño. Hoy es otro el estándar esperado para ellos.

Educar en la arbitrariedad de una clase tradicional, por cierto, es más fácil que educar en la diversidad, se trata de más poder y no más pedagogía. Que los colegios lograran mejores resultados a través de la selección y la discriminación, les aseguró en el pasado mejores resultados en el SIMCE.

Aquí hay una oportunidad, SNED fue un instrumento interesante en la medida que consideró aspectos como la colaboración, la innovación y una concepción al mérito docente en base al trabajo colectivo. Medir la calidad por los resultados de aprendizajes es evidente, pero hoy no es suficiente. La pedagogía del siglo XXI es más exigente, capacidad de pensamiento crítico, indagación, reflexión, confianza, nada de esto estamos evaluando para aseverar que tan excelente somos. La forma que evaluamos y sus consecuencias para docentes y escuelas, son relevante si queremos avanzar en calidad para todos y no para unos pocos.

Nota: Una versión breve de esta columna fue publicada en Cartas al Director, Diario La Tercera, el sábado 27 de agosto de 2016.