Asumí – con orgullo- en marzo del 2016 la dirección del Centro de Educación Integrada de Adultos de Viña del Mar. En este contexto, me permito compartir un análisis y reflexión respecto a esta modalidad educativa.

En Chile, las comunidades educativas de establecimientos de Educación de Personas Jóvenes y Adultos (EPJA), enfrentan desafíos que tensionan y obligan a repensar el diseño educacional establecido en el contexto de la Nueva Política de Educación Pública y en la transición de Planes y Programas hacia Bases Curriculares. Otra cuestión a considerar y a hacerse cargo es el alto porcentaje de jóvenes menores de 21 años que atienden nuestros establecimientos educacionales regulares EPJA, alcanzando el 71,1%, para quienes su principal motivación es continuar con estudios superiores[1]. Este mayoritario porcentaje de jóvenes provienen de establecimientos básicos y medios tradicionales, de los que se dice “desertaron del sistema”.

Para dar respuesta a las aspiraciones de las y los estudiantes en el contexto de la educación de adultos, se requiere de experticia y de un trabajo colaborativo de los profesionales de las comunidades EPJA. Para esto, es clave diseñar e implementar modelos pedagógicos y evaluativos que respondan a las individualidades, necesidades, habilidades y expectativas de nuestros estudiantes. Es decir, un modelo que potencie y desarrolle tales talentos. De lo contrario, nuestras/os jóvenes y adultos volverán a sentirse excluidos y  a “desertar”.

Desde mi perspectiva, que el Ministerio de Educación mantenga esta modalidad educativa como un trámite para la finalización y certificación de estudios básicos y medios produce un impacto negativo al estudiante de EPJA porque queda relegado a ser un usuario, como sujeto alienado, cuyos alcances se centran en la escolarización con un afán de producto compensatorio. Esto invisibiliza y reduce a la EPJA sin considerarla como una propuesta educativa para el desarrollo y crecimiento de sus estudiantes.

Al mismo tiempo, esta visión hace que la EPJA se sitúe totalmente extemporánea a las demandas que se exigen dentro del escenario en que está inmerso el mundo: la revolución de la información, la comunicación y la tecnología. La extemporaneidad afecta la permanencia de los estudiantes en educación para jóvenes y adultos y con ello, se perpetúa la exclusión de sus estudiantes a oportunidades de desarrollo, manteniéndose la vergonzosa inequidad de Chile.

Impele a la EPJA, posibilitar y potenciar la autonomía del educando y del educador. Para ello, la creatividad, la iniciativa y el espíritu crítico son cruciales. En términos prácticos, esto implica otorgar protagonismo a los estudiantes, valorando los capitales simbólicos de las historias personales, lo cotidiano y familiar. Es decir, volver a hacer visible “la educación invisible de personas jóvenes y adultas”.

[1] Fuente: Estudio de caracterización, percepción y expectativas de los estudiantes y docentes de la EPJA. Consultora Clio, Dinámica, 2016.