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LÍDERES EDUCATIVOS DEL SIGLO XXI: ROL SOCIAL Y ÉTICA PROFESIONAL

El Ministerio de Educación de Chile, avanzada ya la segunda década del siglo XXI, reconoce en “la educación una pieza fundamental para alcanzar el desarrollo inclusivo y sustentable. Por ello asegurar una formación de calidad y equitativa es un objetivo fundamental…”.[1]

Desde esta perspectiva, uno de los objetivos centrales de la Reforma Educacional y, por ende, de las comunidades educativas es hacer de la educación un verdadero derecho y bien social. Se trata, entonces, de terminar con la lógica de mercado que ha imperado en el sistema educativo chileno para avanzar hacia uno gratuito e inclusivo, que favorezca la equidad y calidad de la educación.

Teniendo como encuadre el marco anterior y en mi calidad de directora novel en un establecimiento municipal, elegida por alta dirección pública, me parece que el desafío de liderar y gestionar va más allá de lo pedagógico, es una demanda ética y profesional, ya que la educación se concibe como “un derecho y bien social”.

Sin embargo, es necesario decir que esta demanda es imperiosa y urgente, pero no nueva.  En efecto, cuando en el año 1994 UNESCO daba a conocer los desafíos de la Educación para el siglo XXI en el informe “La Educación Encierra un Tesoro”, también conocido como “Informe Delors”, el cual planteaba “…para cumplir  el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser[2].

Se trata, entonces, de formar personas no solo con conocimientos; sino, también, con afectos y valores, que respeten la diversidad, que protejan el medio ambiente, que defiendan la democracia, que sean responsables y solidarios, que sean buenos ciudadanos y aporten en la construcción de una sociedad más justa. La pregunta es: ¿hasta qué punto las políticas públicas en educación y también los directores nos estamos haciendo cargo de ello?

Formar personas, aprender a ser, es una tarea compleja. Con la práctica del liderazgo se puede impactar en el desarrollo profesional de los docentes y también en la vida de los estudiantes. Por tanto, el liderazgo abre una oportunidad en la formación de profesionales: un espacio para formar personas éticas y con un claro rol social.

El liderazgo, entendido como influencia en los modos de ser y actuar de las personas, presenta desafíos importantes para los directores. Uno de ellos tiene relación con el desarrollo de nuevas competencias, nuevos enfoques y lo más importante, nuevas herramientas para lograr instalar una ética social y profesional compartida por toda la comunidad educativa. En efecto, solo así será posible aprender colectivamente, compartir objetivos y metas y, sobre todo, coordinar acciones que propendan a una educación de calidad para todos y todas.

En este complejo proceso, el rol y práctica del director como líder pedagógico es fundamental. De nada sirve querer instalar una ética social si el director escolar exhibe un comportamiento poco ético. Somos líderes y también modelos.

La ética no sólo refiere a los principios y la moral, sino también al cumplir con el liderazgo pedagógico. Por eso, para aprender ser es necesario que las escuelas cuenten con directores éticos. Para mí, ser ético no sólo es algo filosófico sino fundamentalmente significa influenciar a los profesores a realizar mejor su trabajo, a que los estudiantes aprendan más, hacer realidad la educación de calidad como derecho y bien social.

Ser un líder pedagógico es cumplir con un rol social y ética profesional. Por eso, como directora novel del sistema público, me siento ideológica, ética y profesionalmente comprometida a ser una líder pedagógica, desarrollando al máximo la capacidad para generar relaciones intra y entre escuelas, participando en comunidades de aprendizajes democráticas, entendidas como espacios de generación de conocimientos, con liderazgos distribuidos, donde se valore la diversidad, prime la innovación y  la confianza y se trabaje por una cultura de altas expectativas que involucre a toda las comunidad educativa. Este es el camino en el cual nos encontramos hoy en día.

[1] http://www.gob.cl/cuenta-publica/2015/sectorial/2015_sectorial_ministerio-educacion.pdf.

[2] Delors, Jacques y otros.   “La Educación Encierra un Tesoro”, Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI. UNESCO, 1994

Una respuesta a “LÍDERES EDUCATIVOS DEL SIGLO XXI: ROL SOCIAL Y ÉTICA PROFESIONAL”

  1. Es muy interesante la reflexión que presentas, Nancy, y tengo la impresión que la idea de un liderazgo ético debería trascender el comportamiento individual del líder para vincularse con una la representación y defensa de los intereses y derechos de las comunidades escolares que conducen. Esto significa pensar en qué medida los líderes también conocen a sus comunidades, sus necesidades más sentidas, y las representan ante otras escuelas, liceos e instituciones de la comunidad. Gary Anderson, un profesor de Nueva York, llama a esto ‘advocacy leadership’; acá hay un capítulo en español sobre el tema (https://www.academia.edu/1133258/Mejoramiento_Escolar_en_Accion)
    Por otro lado, encuentro muy interesante tu propuesta de desarrollar competencias y capacidades para fomentar una actitud ética y un ambiente democrático. Me pregunto cómo se puede hacer eso en los establecimientos, especialmente en un contexto de reformas como el que vivimos hoy en día.

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