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La inclusión de Sebastián*: Una experiencia transgénero en la escuela

Hace 3 años se presentó una apoderada en nuestro establecimiento para solicitar matrícula para su hija. Su solicitud se debió a que necesitaba cambiarse de la modalidad Técnico-Profesional a la Humanista-Científica pues su aspiración era ingresar a la universidad. Dado que teníamos vacantes para segundo medio la entrevisté en mi calidad de directora, como habitualmente se hace, para contarle nuestro proyecto educativo, características generales del Liceo, profesores y estudiantes. Como le pareció una buena opción, procedimos a iniciar el proceso de matrícula de su hija.

A la estudiante la remití a la entrevista formal que todos los alumnos tienen con el equipo psicosocial y, particularmente, con la psicóloga. Entonces la joven que acompañaba a la apoderada me hizo una solicitud, y ésta era no usar falda. Debo hacer el siguiente comentario: en todo momento yo “vi” a un varón, y pensé que me hablaban de una hermana para quien querían la matrícula, hasta que este joven me dice que no le gusta usar falda. En ese momento caí en cuenta que la entrevista había sido con “la” estudiante que deseaba matricularse.

Intenté ser lo más natural posible, porque en realidad no es fácil cambiar los esquemas pre-establecidos en nuestra formación; pero si me declaro inclusiva y tolerante, debía ser consecuente. Cuando llamé a la psicóloga para avisarle, dije algo así como “va un estudiante a entrevista contigo que se llama Sebastián pero es una mujer –ok, después le cuento- recibí de respuesta”. Cuando terminó la entrevista, la psicóloga entró a mi oficina y me dijo, “sí, tenías razón, es especial, es un estudiante transgénero”.

Tras una larga conversación con la psicóloga, decidimos otorgarle todas las condiciones que permitieran tener la mejor inclusión a este estudiante, pues consideramos que era una tremenda oportunidad para todos. Sin embargo, consideramos distintas etapas de actuación.

Una primera etapa, fue convocar a reunión al equipo de gestión, que en nuestro caso, implica directivos, equipo psicosocial, orientadora representante de profesores y asistentes, para coordinarnos y que todos entendiéramos de qué se trataba esta nueva experiencia.

La segunda etapa era informar a las áreas de educación y convivencia escolar DAEM, con quienes nos reunimos para hacer algunas modificaciones administrativas y también porque les interesó conocer sobre este proceso. Se acordó solicitar a la Superintendencia de Educación una autorización para utilizar su nombre social en la lista del curso y reunirnos con el consejo de profesores para socializar con ellos la situación aclarando dudas, prejuicios y/o temores. En todo este proceso, nos acompañó una profesional de la Municipalidad especialista en temas de género.

Una tercera etapa, fue la validación que el equipo de gestión le otorgó al estudiante para que fuera él quien informara y orientara nuestro accionar para dar satisfacción a sus necesidades. Por ejemplo: el uso del baño, solicitando utilizar el baño de varones, el nombre en la lista, entre otros.

Fnalmente, la última etapa que se trabajó fue la de informar a quienes serían sus compañeros/as de clase. Se acordó en conjunto que lo mejor sería que fuera el propio estudiante quien informara sobre su caso a sus pares, en el tiempo y modalidad que estimara pertinente y necesario. En ese proceso fueron muy importantes la inspectora de pasillo y la psicóloga, quienes fueron sus primeras contenedoras emocionales.

Estas fases contaron con un par de anécdotas. Este año, durante las elecciones del centro de estudiantes, los jóvenes organizadores pidieron las nóminas de los cursos para llevar el registro de los votos. Antes de entregarlas, la presidenta del centro de estudiantes vino a decirme que habíamos entregado la nómina del curso con el nombre social del estudiante (Sebastián) y no su nombre legal. También un docente que revisó la lista oficial y se encontró con su nombre legal, se acercó a la directora para pedir explicaciones.

Hoy, Sebastián es el más contento. Participa en los equipos deportivos, artísticos y en todas las actividades en las que puede y quiere. Por razones ajenas a su voluntad, se alejó por un semestre y este año volvió para culminar su enseñanza media con nosotros.

Como directora, si algo he aprendido es que el proceso de inclusión de estos niños, niñas y jóvenes, debe ser participativo y respetuoso, sin prejuicios, informado y discutido con todos quienes interactuarán directa o indirectamente con ellos y ellas. Los líderes escolares debemos apoyarlos en su proceso de construcción de identidad como personas, aprendiendo juntos cuál es el mejor camino para la plena inclusión.

*El nombre ha sido cambiado para proteger la identidad del menor de edad.

2 opiniones en “La inclusión de Sebastián*: Una experiencia transgénero en la escuela”

  1. Me parece muy interesante tu experiencia! Gracias por compartirla! Creo que puede alentar a otras instituciones a llevar un proceso cuidadoso y respetuoso ante este tipo de decisiones que son díficiles, sin duda, son desiciones personales y familiares que la escuela y la sociedad deben respetar para aprender a convivir en paz con el otro que piensa distinto. Ser distintos no nos hace daño, nos enriquece. Tratar a otro ser humano de desviado, sí hace daño y es una acción condenable y desde mi punto de vista no tolerable. La cultura tiene un fuerte arraigo pero indudablememte cambia, confío en como sociedad lo estamos haciendo, así es mejor tener paciencia ante comentarios absurdos. Desde las escuelas podemos ayudar a construir una sociedad mejor, respetuosa, colaboradora, constructiva. Yo también tengo un cargo directivo, de agradece que hayas compartido tu experiencia y gestión.

  2. Felicitaciones a la directora y a su equipo. Con líderes así el país avanza en inclusión y en educación de calidad para todos y todas.

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